FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS
El tiempo que nos toca vivir no es mejor ni peor que otros momentos del pasado. Juan Pablo II en la exhortación apostólica para la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo nos decía: “Hay que mirar a la casa de este mundo con sus valores y sus problemas, sus inquietudes y sus esperanzas, sus conquistas y sus derrotas…”Hemos de ser capaces de mirar a nuestro mundo con espíritu cristiano y franciscano: con realismo, pero con simpatía y esperanza, en la certeza, de que el amor de Dios no disminuye y continúa animando, en este mundo y en este tiempo.
La casa de nuestro mundo.
El Papa
Francisco en su última encíclica, Fratelli Tutti (Todos hermanos) título
inspirado de las admoniciones de san Francisco, de una manera valiente
denuncia: Estamos en la sociedad del descarte el Papa Francisco habla de ella
como “una cultura de exclusión a todo aquel y aquello que no esté en capacidad
de producir según los términos que el liberalismo económico exagerado ha
instaurado”. Nos encontramos con en el fenómeno desconcertante de los nuevos
sistemas nuevos de información, comunicación, finanzas, producción; son
fenómenos positivos, pero ambivalentes.
El término
ambivalente lo puedo explicar mejor a través de ejemplos: Está muy difundido el
sentido de conexión internacional, se puede hablar con video conferencia con
personas de otros continentes; pero falla la interconexión con las personas más
cercanas, hay poco diálogo en la familia… Aumenta el número de los que usamos
internet, pero no se reduce el número de analfabetos. Hemos ido y vuelto a la
luna y somos incapaces de cruzar el rellano, para conocer al vecino e
interesarme por él. Podríamos resumir nuestro tiempo con las palabras de Ortega
y Gasset en su libro La rebelión de las masas”: “vivimos en un tiempo
que se siente fabulosamente capaz para realizar, pero no sabe qué realizar.
Domina todas las cosas, pero no es dueño de sí mismo. Se siente perdido en su
propia abundancia. Con más medios, más saber, más técnicas que nunca, resulta
que el mundo actual va como el más desdichado que haya habido: puramente a la
deriva.”
Parecería que
este tiempo sólo pone problemas y obstáculos inalcanzables a nuestro deseo y a
nuestro compromiso de encarnar el evangelio, que propone valores irrenunciables de solidaridad, de
gratitud, tanto en opciones personales como de fraternidad. Nada más lejos,
estamos invitados a responder adecuadamente a los signos de nuestro tiempo, no
debemos temer a nuevas y audaces iniciativas o propuestas, para poder concretar
con fantasía y creatividad, nuevos caminos para nuevas situaciones.
Qué puede ofrecer la OFS o la fraternidad local de la OFS a la sociedad actual:
Frente a una sociedad dispersa y llena de depresiones,
ofrecer y testimoniar una fraternidad de experiencia de oración y
contemplativa.
Toda acción cristiana y franciscana tiene que partir de una experiencia
personal del Dios-AMOR. No podemos anunciar algo que no hemos experimentado. Ni
a nivel personal, ni a nivel de fraternidad. Hemos de tener encuentros con Él y
también en fraternidad.
Frente a una sociedad enferma que da la espalda al dolor
y es “analfabeta” en el cuidado de los débiles y frágiles, estamos llamados,
como el buen samaritano a ser cercano al otro.
Superando prejuicios, intereses personales, barreras históricas y
culturales. Todos somos corresponsables en la construcción de una sociedad que
sepa incluir, integrar y levantar a los que han caído o están sufriendo. El
Papa exhorta a los cristianos a reconocer a Cristo en el rostro de los
excluidos.
Frente a una sociedad solitaria, enganchada a MP3,
móviles, ordenadores, la fraternidad de la OFS ofrecer y testimoniar
FRATERNIDAD.
La fraternidad nace cuando se pasa del yo al nosotros. Pero el “nosotros”
no nace sencillamente del dato de realidad que me dice que además del yo
existen otras personas. Para que se dé el “nosotros” debo aprender a perderme y
encontrarme en otros. Este dinamismo difícil necesita el aprendizaje de la
convivencia, de la coexistencia, del compartir y el convivir. Todo esto se hace
con respeto, escucha, diálogo, amor…
Frente a una sociedad cómoda y asentada, ofrecer y
testimoniar la fraternidad itinerante. (Actitud misionera)
Esta itinerancia nos tiene que conducir al encuentro con los “leprosos” de
nuestro tiempo, como dinamismo constructivo de conformarse al modo de ser de
Cristo y es prueba de nuestra conversión.
Frente a una sociedad negativa y pesimista, ofrecer y
testimoniar una fraternidad local alegre, esperanzadora y positiva.
La fraternidad local tiene que saber mirar a la sociedad con una actitud
positiva y evangélica.
Frente a una sociedad intolerante, ofrecer y testimoniar
una fraternidad local dialogante.
El diálogo es el nuevo nombre de la caridad, y urge hoy por el pluralismo
religioso, las exigencias por la paz y la promoción humana.
Conclusión: una misión abierta
En esta sociedad que sufre y trasmite signos de esperanza, se pide a las
fraternidades locales de la Orden Franciscana Seglar, ser promotores de una
nueva cultura de esperanza y solidaridad. Debemos superar los egoísmos a favor
del compartir, la cerrazón a favor del diálogo y la colaboración. Gracias a
muchos hermanos de la Orden Franciscana Seglar, muchas fraternidades locales ya
están en este camino. Animar a las que aún no han comenzado. Y tener muy
presente que para este camino necesitamos paciencia, determinación, confianza y
perseverancia.
La credibilidad y fuerza evangelizadora de nuestras fraternidades locales,
dependen de nuestra apertura a la solidaridad, a la gratuidad, al compartir
recursos y esperanzas.
En una
sociedad en la que no es fácil anunciar el Evangelio con palabras, es decisivo
nuestro testimonio de un Dios que es “el bien, sumo bien, todo bien”. (Admonición
3).
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 26 – MAIG 2021 - NÚM. 244.