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Assemblea de Desembre 2009

ASAMBLEA DE LA FRATERNIDAD LOCAL DE GRANOLLERS DESEMBRE 09

- Comenzamos con la bienvenida por parte de la Ministra, Susi, y una oración por parte del asistente, Miguel Campillo.

- A continuación leemos el artículo de la Regla que nos toca en esta asamblea:

- Artículo 21 de la Regla:

En los diferentes niveles, cada Fraternidad es animada y guiada por un Consejo y un Ministro (o Presidente), elegidos por los profesos en conformidad con las Constituciones.

Su servicio, que dura un tiempo limitado, es un compromiso de disponibilidad y de responsabilidad para con cada uno y para con el grupo.

Las Fraternidades, según lo establecido en las Constituciones, se estructuran internamente de manera diversa, conforme a las necesidades de sus miembros y de las regiones, bajo la dirección del Consejo respectivo.

Breve reflexión sobre el artículo:

Es verdad que en toda entidad en la que toman parte muchas personas, como ocurre en la OFS, se precisa una organización apropiada para que sea eficaz, pero en nuestro caso tiene que estar especialmente dirigida al servicio de los hermanos/as que la componen para ayudarles a vivir el Evangelio, siguiendo el espíritu que Francisco nos transmitió, primero con su vida, enteramente entregada en cuerpo y alma a Dios, y a todos los que se le cruzaban en su vida, y, segundo, con sus escritos en los que nos ha dejado, como regalo sublime, un manantial inacabable de sabiduría espiritual, humildad, desprendimiento y amor hacia todo lo creado por Dios, sin hacer excepciones de ningún género.

Todos los oficios en sus distintos niveles, tienen como finalidad servir a los hermanos/as para ayudarles, especialmente, en el seguimiento del Carisma con que Dios ha tenido la deferencia de otorgarnos. Es claro que es un regalo muy especial que el Señor nos ha concedido y, que si realmente lo creemos así, debemos entregarnos a él en cuerpo y alma, conformando para ello nuestra forma de vivir, tanto espiritualmente como humana en la familia y en el mundo.

El Art. 32.2 de las Constituciones, dice:

“El oficio de los Ministros y Consejeros es temporal. Los hermanos, huyendo de toda ambición, deben demostrar su amor a la Fraternidad con su espíritu de servicio y con su disponibilidad tanto para aceptar, como para dejar el cargo”.

El hermano que es elegido para un oficio, no debe negarse a él; salvo causa grave de familia, trabajo o salud, por lo tanto eso quiere decir que es un deber suyo instruirse para ello con buena disposición. Lógicamente debería dejarse ayudar, con humildad y franciscanamente, del hermano/a que conozca el cargo correspondiente.

En este caso, Jaime Zudaire, OFM Cap., dice “Toda Fraternidad, local, regional o nacional, es analógicamente una “familia” en la que los hermanos, reunidos por el Espíritu Santo en la fe y en el amor a Cristo, se ayudan recíprocamente en la vocación y a realizar la común misión”.

Este artículo es una muy buena invitación para que en unos minutos de siencio los hermanos que tengan un servicio analicen y valoren cómo lo están realizando. También es muy buen momento para que los demás hermanos analicen su sentido de pertenencia a la Fraternidad y la Orden, qué aportan a la fraternidad. No olvidemos que todos tenemos un compromiso y un servicio para con la fraternidad y nuestros hermanos.

- Formación permanente: acerca del nacimiento

- Introducción:

Una Navidad sin niño
La Navidad, ese tiempo litúrgico que ocupa cada año los últimos días de diciembre y los primeros de enero, necesita cada vez más de adjetivos para ser vivida en sentido original y pleno. Decir Navidad a secas, aunque sea tiempo de lluvias, de heladas y de nieves, no significa decirlo todo. Quizás porque hay muchas Navidades: civil, religiosa, laica, secularizada, creyente…

Es verdad que el origen de la Navidad es pagano, cuando los cristianos “bautizaron” la fiesta del sosticio de invierno al elevar la mirada al sol que nace de lo alto para iluminar a su pueblo, especialmente a los que viven en ti nieblas. Parece que, con el paso del tiempo, la Navidad vuelve a sus fueros, desvinculándose de una tradición de muchos siglos donde la Navidad o era cristiana o no era.

Ahora nos toca “rebautizar” la Navidad, pero no por decreto o nostalgia, sino con cordura y realismo. Hoy por hoy, desvincular la Navidad de todo elemento religioso y cristiano sería cerrar los ojos a una corriente ininterrumpida de historia, arte y espiritualidad que ha llenado de sentido y de vida tanto a las instituciones como a las personas que nos han precedido.

En las grandes ciudades, ya desde el comienzo del Adviento las luces han hecho acto de presencia en sus calles y plazas, adornando el paisaje urbano y decorando los escaparates comerciales. Salvo honrosas excepciones, los elementos religiosos del Misterio de Belén brillan por su ausencia, de manera que las figuras o las siluetas de Jesús, María y José se han sustituido por formas geométricas de dudoso gusto y discutible estética.

Asistimos por ello a una Navidad sin niño, pese a ser el protagonista principal de “la historia más grande jamás contada”. Ese niño al que del 16 al 24 de diciembre las iglesias de Colombia dedican novenas con gran asistencia de fieles devotos. De aquella tierra hermana nos llegan oraciones sencillas y villancicos alegres: “Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto”. Y el niño viene, porque Dios viene, viene siempre.

A nosotros franciscanos (religiosos y laicos), legítimos herederos de aquella maravillosa representación de San Francisco en Greccio en la Navidad de 1223, nos toca establecer un vínculo de unión entre la primera Navidad de la historia, la que vivió el pobre de Asís y la que acontecerá este año de gracia de 2009.

A nuestro Belén franciscano no queremos que falte ninguna figura, y menos la del Niño. Todas las piezas y figuras tienen su puesto y su forma, porque al contemplar cada una de ellas somos convocados a comprometernos, a lo largo de todo el año, con lo que representan y con quien se identifican.
(editorial de Antena Conventual. Nº 17 Diciembre 2009. Director: Luis E. Larra Lomas)

- Curiosidades:
EL BUEY Y EL ASNO EN EL PESEBRE

La antigua fiesta de los cristianos no es la navidad, sino la pascua: solamente la resurrección del Señor constituyó el alumbramiento de una nueva vida y, así, el comienzo de la iglesia.
Ser cristiano significa vivir pascualmente a partir de la resurrección, la cual es celebrada semanalmente en la festividad pascual del domingo.

Sin embargo, el especial calor humano que tanto nos conmueve en la fiesta de navidad y que incluso en los corazones de la cristiandad ha sobrepujado a la pascua, se desarrolló por primera vez en la edad media, y aquí fue Francisco de Asís el que, partiendo de su profundo amor al hombre Jesús, hacia el Dios-con-nosotros, contribuyó a introducir esta novedad. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, nos cuenta en su segunda biografía lo siguiente: «Más que ninguna otra fiesta celebraba él la navidad con una alegría indescriptible. Él afirmaba que ésta era la fiesta de las fiestas, pues en ese día Dios se hizo un niño pequeño y se alimentó de leche del pecho de su madre, lo mismo que los demás niños. Francisco abrazaba -¡y con qué delicadeza y devoción!- las imágenes que representaban al niño Jesús y lleno de afecto y de compasión, como los niños, susurraba palabras de cariño. El nombre de Jesús era en sus labios dulce como la miel».

De tales sentimientos procedió la famosa celebración de la navidad en Greccio, a la cual le pudieron animar e incitar su visita a la tierra santa y al pesebre que se halla en Santa María la Mayor en Roma; pero lo que sin duda influyó más en él fue el deseo de más cercanía, de más realidad.

En el niño Jesús se hace patente, más que en ninguna otra parte, la indefensión del amor de Dios: Dios viene sin armas, porque no pretende asaltar desde fuera, sino conquistar desde dentro y transformar a partir de dentro. Si algo puede desarmar y vencer a los hombres, su vanidad, su sentido de poder o su violencia, así como su codicia, eso es la impotencia de un niño. Dios eligió esa impotencia para vencernos y para hacernos entrar dentro de nosotros mismos.

En la cueva de Greccio, por indicación de Francisco, se pusieron aquella noche un buey y un asno 7. Efectivamente, él había dicho al noble Juan:

Desearía provocar el recuerdo del niño Jesús con toda la realidad posible, tal como nació en Belén y expresar todas las penas y molestias que tuvo que sufrir en su niñez. Desearía contemplar con mis ojos corporales cómo era aquello de estar recostado en un pesebre y dormir sobre las pajas entre un buey y un asno. 8

Desde entonces, un buey y un asno forman parte de la representación del pesebre o nacimiento. ¿Pero de dónde proceden propiamente estos animales? Los relatos de la navidad del nuevo testamento no nos narran nada acerca de esto. Pero, si profundizamos esta cuestión, topamos con un hecho que es importante para todas las costumbres navideñas y sobre todo para la piedad navideña y pascual de la iglesia en la liturgia y al mismo tiempo en los usos populares.
El buey y el asno no son simples productos de la fantasía; se han convertido, por la fe de la iglesia, en la unidad del antiguo y nuevo testamento, en los acompañantes del acontecimiento navideño. En efecto, en /Is/01/03 se dice concretamente: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento».
Los padres de la iglesia vieron en esas palabras una profecía que apuntaba al nuevo pueblo de Dios, a la iglesia de los judíos y de los cristianos 9. Ante Dios, eran todos los hombres, tanto judíos como paganos, como bueyes y asnos, sin razón ni conocimiento. Pero el Niño, en el pesebre, abrió sus ojos de manera que ahora reconocen ya la voz de su dueño, la voz de su Señor.

En las representaciones medievales de la navidad, no deja de causar extrañeza hasta qué punto ambas bestezuelas tienen rostros casi humanos, y hasta qué punto se postran y se inclinan ante el misterio del Niño como si entendieran y estuvieran adorando. Pero esto era lógico, puesto que ambos animales eran como los símbolos proféticos tras los cuales se oculta el misterio de la iglesia, nuestro misterio, puesto que nosotros somos buey y asno frente a lo eterno, buey y asnos cuyos ojos se abren en la nochebuena de forma que, en el pesebre, reconocen a su Señor.
JOSEPH RATZINGER
EL ROSTRO DE DIOS Sígueme. Salamanca 1983, págs. 19-25

- Dinámica

San José: Hombre justo, Servidor fiel y prudente, Llamado santo del silencio.

Virgen María: La llena de gracia, solícita, supo decir sí; modelo de aceptación de las dificultades; Consuelo de los afligidos;

Jesús: Pasó haciendo el bien; Gran personalidad; su actitud centrada en la entrega a los demás; sencillo y humilde; cercano a todos; refleja alegría y entusiasmo a pesar de las dificultades.
La mula y el buey: Servicialidad, humildad y sencillez.

➢ En el belén puede faltar nuestra figura, nosotros y ¿qué aportaríamos?
➢ Qué podemos hacer para establecer el vínculo entre la primera Navidad y la que nos toca vivir este año?
➢ Realmente profundizamos en lo que representa y significa cada figura del Belén ¿ Nos sentimos convocados a comprometernos todo el año con el significado de las figuras?


Oración

Y el Niño Jesús llegó pobre, sencillo,
En la sobriedad de un pesebre.
María y José le llenaros de ternura, de amor.

Los pastores, admirados, escucharon al Ángel:
Id a Belén… Ellos contemplaron al Niño,
En silencio, dando gracias a Dios por el don de encontrarlo.

Nosotros te pedimos, Señor, la fuerza de buscar
El camino para llegar a Él;
La capacidad de vaciarnos para darle todo el cariño;
Espontaneidad de postrarnos y adorarle;
La apertura de alma y de mente que nos transforme;
La gracia de ver, de sentir, su calor.

- Terminamos nuestra asamblea cantando villancicos y comiendo dulces (turrón, polvorones, café….. haciendo fraternidad)