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FORMACIÓN DE LA OFS DE CATALUÑA (Resumen 24 de abril de 2021).

FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS


Es difícil precisar la fecha de fundación de la Tercera Orden Franciscana u Orden de los Hermanos y de las Hermanas de la Penitencia, aunque la tradición la coloca en el 1221.

La dificultad crece porque, en primer lugar, no es una verdadera fundación, sino el acompañamiento espiritual y la animación del Movimiento Penitencial preexistente. Francisco les presentará todo un programa de vida que llegará a nosotros con contornos bien definidos en la primera redacción de la “Carta a todos los fieles”

Aunque hay un debate entre historiadores sobre el origen de nuestra Orden, los antiguos biógrafos atribuyen a San Francisco la fundación de una Orden de Penitencia, que vino a ser, con la Orden de los Hermanos Menores y la Orden de las Pobres Damas de San Damián, la tercera Orden por él fundada.

Desde el 1221 algunas Fraternidades acogieron el Memoriale Propisiti fratrum et sororum poenitentiae como estatuto que después fue común, aunque no exclusivo, de las fraternidades del área franciscana.

La bula Supra Montem del Papa Nicolás IV (l289) constituye un momento decisivo en el paso del movimiento penitencial, inspirado por Francisco y sus hermanos, a Orden de la Penitencia de san Francisco. La Regla aprobada por esta bula es la primera Regla conocida, propia de los penitentes franciscanos. Con la Regla que promulga, representa un acto de aprobación solemne de la Orden.

Quizás una de las claves del éxito de la Tercera Orden franciscana se encuentre en la notable elasticidad de la regla de Nicolás IV, que se ajustaba a diferentes posibilidades de vida y a orientaciones religiosas muy diversas, garantizándoles legitimidad y autonomía a un tiempo. Los laicos encontraron en ella la posibilidad de pertenecer a una Orden religiosa en cuanto tal y de asumir un tipo de vida religiosa, reconocida y aprobada, que se podía poner en práctica en la propia casa, en la familia, realizando las propias labores de trabajo y disponiendo de los bienes propios. Pero al mismo tiempo proporcionó un marco de vida para aquellos proyectos de perfección evangélica, personales o comunitarios, que no querían o no podían integrarse en otras estructuras ya consolidadas.

La Orden de Penitencia tampoco escapó a la sospecha de herejía que pesó siempre en la Edad Media sobre cualquier organización seglar con aspiraciones evangélicas. Muchas de las comunidades de terciarios fueron sospechosas de dar refugio a herejes, o de estar de alguna manera asociadas con movimientos contrarios a la autoridad de la Iglesia, sufriendo en algunos lugares una persecución injusta. Al mismo tiempo, no es menos cierto que algunos miembros de la Orden Tercera, en especial en el sur de Francia, estuvieron íntimamente unidos a los Fraticelli y se opusieron en mayor o menor medida a las autoridades eclesiásticas, obligando a actuar a la Inquisición.

El fenómeno más importante que afectó a los terciarios a lo largo del siglo XV fue el de su paulatina división en dos categorías: la de los terciarios seglares, que vivían en sus propias casas, y la de los terciarios regulares, que llevaban una vida comunitaria y claustral y que emitían votos religiosos. La división oficial de la Tercera Orden Franciscana en dos ramas, la secular y la regular, no se haría sin embargo oficial hasta la década de 1510, cuando el Concilio V de Letrán acordó continuar considerando “personas religiosas” únicamente a los terciarios regulares, que a partir de entonces serían los únicos penitentes franciscanos que gozarían de los derechos y privilegios propios de las personas consagradas. El resto de los terciarios franciscanos perdió esa condición y derechos de los religiosos y pasaron a tener, desde entonces, oficialmente la condición de seglares. En la práctica, la decisión del Concilio V de Letrán supuso el inicio de una nueva etapa de la Historia de la Orden de la Penitencia de San Francisco, que a partir de entonces quedó dividida en dos ramas: la Tercera Orden Regular (TOR) y la Tercera Orden Secular (TOS o VOT), que en adelante tendrían historias propias y distintas.

En el siglo XVI, la Orden Franciscana Seglar sufrirá durante este tiempo las consecuencias de la evolución cultural, social y política del renacimiento, por una parte, y del protestantismo, por otra, así como las consecuencias de la separación entre Conventuales y Observantes, ratificada por León X (1517), y luego el nacimiento de los Capuchinos (1525). Pero la Tercera Orden ha permanecido siempre “una y única”. Comenzó la distinción, que no la división, de las fraternidades de la Orden Franciscana Seglar por obediencias, según estuviesen asistidas espiritualmente, creándose por contagio una artificiosa división según las cuatro familias de la primera Orden y de la TOR: Hermanos Menores (Observantes), Hermanos Menores Conventuales, Hermanos Menores Capuchinos y Hermanos Terciarios Regulares. El 1521 León X aprueba la Regla de los Terciarios Regulares (TOR).

Los terciarios debían destacar por su humildad y pobreza de espíritu no sólo en el campo religioso, sino también en el resto de los aspectos de la vida cotidiana. La primitiva regla de Nicolás IV insistía en la prohibición de asistencia a convites, bailes o juegos. Abogaba asimismo por la moderación en las comidas y establecía la abstinencia de carne como una de las principales exigencias. El ayuno era obligatorio todos los viernes. En cuanto a su forma de vestir, los terciarios debían inclinarse por las prendas sencillas, a ser posible confeccionadas en paños de baja calidad. La regla de Nicolás IV prohibía finalmente el uso de armas, a no ser que fuera para defender a la Iglesia Romana o la fe en Cristo o para defender a su patria, o con licencia de sus ministros. De todos modos, todas estas disposiciones suponían más una recomendación para la vida diaria que una verdadera imposición. Por último, un aspecto verdaderamente fundamental en la vida de las fraternidades terciarias era su dimensión asistencial. La regla de Nicolás IV indicaba que el dinero que el terciario debía aportar a su fraternidad debía ir destinado a dos fines: la limosna entre los hermanos más necesitados, y especialmente los enfermos, y el sostenimiento espiritual de la fraternidad (misas, sermones, etc.).

La Orden Tercera cuando vive la dimensión social crea espacios fecundos y de crecimiento en miembros y fraternidades; cuando la vitalidad es sólo piadosa y eclesial, el número desciende, como sucede en los siglos XVI y XVII.

SIGLO XVII: Durante los siglos XVI y XVII pasa de una vida penitencial a una vida devocional y entra en los ambientes de la alta sociedad como una moda. Crece el número de los grandes hombres y mujeres que entran en la Orden: reyes y reinas, nobles, eclesiásticos y políticos…, aunque la calidad de la vida cristiana y evangélica, como la profundidad espiritual de la misma, disminuye. Se cuenta con fraternidades numerosísimas: 11.000 en Lisboa, o también, 25.000 en Madrid, En Roma como en Nápoles la nobleza es toda terciaria franciscana.

SIGLO XVIII Durante este siglo surgen diversas controversias jurídicas acerca de la dependencia de los franciscanos seglares respecto de las diversas familias franciscanas de la Primera Orden y de la TOR. Los papas las resolvieron, particularmente Benedicto XIII (1724-1730), reconociendo a los Hermanos Menores (Observantes), a los Menores Conventuales, a los Menores Capuchinos y a los Terciarios Regulares, la facultad de fundar y dirigir las fraternidades de la Tercera Orden, pero siempre como única Orden.

La Regla de León XIII (1884) y el resurgimiento de la Orden Tercera Tras compartir con el resto de la Familia Franciscana la amenaza de supresión, desde mediados del siglo XIX la Orden Tercera volvió a vivir un período de renovación y de insospechada prosperidad, debido a varios factores, todos ellos de importancia: La restauración de la Primera Orden en sus distintas ramas, con un sentido más social y eficiente de su apostolado y con una conciencia más clara de los recursos franciscanos de acción. La ola de simpatía hacia san Francisco surgida entre los ambientes intelectuales. El apoyo decidido de los papas. La difusión de la Tercera Orden comenzó a llevarse a cabo mediante publicaciones periódicas que difundieron los ideales franciscanos y que pusieron en contacto a las diferentes fraternidades entre sí.

Asimismo, los diferentes papas, desde Pío IX hasta Juan XXIII, habían sido terciarios antes de ascender al pontificado, y todos ellos hicieron objeto de especial atención a la TOF. Pero fue León XIII el papa de este período que puso en la Orden Tercera una mayor preferencia y una mayor esperanza para la regeneración de la sociedad. Por tal motivo decidió modificar la regla, pensando no sólo en modernizarla, sino principalmente en hacerla apta para acoger al mayor número de personas La nueva regla fue promulgada en 1884, mediante la constitución apostólica Misericors Dei Filius.

Los terciarios llegaron a sumar varios millones, llegando a extenderse el movimiento incluso fuera de la Iglesia católica. Con la propagación de la TOF el pontificado buscaba potenciar la imagen de fuerza y de empuje universalista de la gran fraternidad franciscana extendida por todo el mundo, aunque sólo fuera para responder a la aparición de la internacional marxista y a la lucha de clases. Con tal fin se promovió la celebración de grandes congresos, como el Congreso Nacional celebrado en Madrid en 1914, que tuvo una gran resonancia. Al mismo tiempo, surgió entre los terciarios franciscanos un interés por el apostolado social, en consonancia con la nueva visión de la vocación de la Tercera Orden defendida por León XIII y con el desarrollo de la doctrina social de la Iglesia a partir de la encíclica Rerum novarum. En diversos congresos los terciarios fueron elaborando un programa de acción social, que comenzaría en las fraternidades con una intensa formación cristiana y franciscana y una adecuada preparación en el ámbito de la doctrina social. Recibida esa formación, los terciarios pasarían a formar parte de asociaciones y organizaciones que promovieran soluciones concretas a los problemas sociales: asociaciones de profesionales, sindicatos cristianos, cooperativas, asociaciones juveniles, etc.

Pero no todo era positivo, se comenzaba a observar que la Regla de León XIII era de escaso contenido franciscano. Que muchas fraternidades se habían reducido a simples cofradías. La falta de de vitalidad de las fraternidades se atribuía al gran número de terciarios admitidos sin mayores exigencias, a la falta de formación, la excesiva dependencia de los terciarios respecto de los religiosos, que funcionaban más como directores que como asistentes, a la falta de compromiso en el campo social.

Es verdad que los congresos, animados y sostenidos por León XIII, en los que se insiste acerca de la “concordia fraterna”, la “concordia de los espíritus”, sobre la “unidad” …, y se vuelve a tratar el tema de lo social como campo específico de la Tercera Orden. El papa León XIII recibe en audiencia a los delegados del Congreso del año 1900, acompañados por el cardenal Vives i Tutó, al que participan 17.000 terciarios venidos de todo el mundo, y les dice: “…es necesario que los terciarios sin tardanza se dediquen a obras de resurrección social y produzcan en la institución franciscana los frutos maravillosos que ésta encierra en su esencia y que la han hecho tan importante en la historia”.



- ARTICLE ESCRIT PER FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS,
ANY 26 – JUNY 2021 - NÚM. 245.
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.