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Formación: Acompañar para vivir - La figura del Acompañante Espiritual - ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL

FORMACIÓN: ACOMPAÑAR PARA VIVIR

La figura del Acompañante Espiritual

ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL



Francisco Javier Conejo Salvador, OFS

 

Es difícil responder ya que no hay sólo una manera de hacerlo, dado que la gente que lo hace es muy distinta por su formación y los énfasis que cada uno tiene, como también son distintas las personas acompañadas. No es lo mismo acompañar a un joven, a un adulto, a una persona con experiencia. Por eso es mejor ponerse de acuerdo en algunos términos, en algunos objetivos y en ciertos caminos. Lo demás es arte y por tanto se requiere de artesanos. Se necesitaría de un maestro sabio y con gran experiencia que pudiera aclarar tantas dudas que habitan en nuestro corazón, pero los verdaderos maestros son los que saben quedarse callados ante lo complejo de la tarea e invitan a hacer caminos propios, más allá de cualquier receta que facilitara nuestras búsquedas.

A) QUÉ NO ES EL ACOMPAÑAMIENTO
Es más fácil explicitar los caminos errados primero, para luego proponer algunas afirmaciones acerca de lo que es acompañar.

1. No es una terapia psicológica.
Los acompañantes no somos terapeutas ni es honrado pretender serlo. No se trata de favorecer procesos de introspección y explicitación de dificultades psicológicas de los acompañados para ser sanados. El santo pueblo de Dios se merece acompañantes más que psicólogos. El acompañante es un testigo del paso de Dios por la vida de un hombre o de una mujer; es alguien que descubre el misterio de la vida que habita en la profundidad del acompañado y lo hace con los ojos de Dios para amarlo con el corazón de Dios y acompañarlo en su búsqueda incesante de vivir. El acompañamiento y la ayuda psicológica no se contradicen ni se excluyen pero son distintos.

2. No es un encuentro de amistad.
Son muy distintas una conversación entre amigos y una conversación de acompañamiento. El acompañamiento puede hacerse entre amigos pero requiere que cada uno asuma un lugar diferente, uno es el acompañado y el otro el acompañante. Son roles diferentes, no significando esto que uno sea superior al otro. Además el acompañamiento requiere respetar algunas normas simples: duración, lugar, contexto, que indican que lo que se está haciendo es importante. El acompañamiento y la amistad tienen una evolución distinta. Siendo el primero temporal, toma una etapa del desarrollo espiritual, en cambio la amistad puede tomar toda la vida.

3. No es hacerse cargo de la suerte del acompañado.
Es preciso tener cuidado con nuestros paternalismos o maternalismos, estarían indicando que no estamos tratando al acompañado como un hermano o un adulto, como una persona con fuerza y con libertad. Las consecuencias de esta actitud son peligrosas: producen dependencias e infantilismos que llevaron a la grave crisis de la dirección espiritual. Cuando reconocemos en nosotros el sentirnos responsables de la vida y de la suerte del acompañado, necesitamos parar y cuestionarnos qué estamos haciendo, qué parte nuestra está entrando en la relación y la perturba, le está quitando libertad, gratuidad y belleza.


4. No es predicar ni querer que otros repitan mi experiencia.
Lo que a mí me ha ayudado no necesariamente va a ayudarle a otro que tiene historia, sensibilidad y deseos distintos. Por tanto no podemos invocar constantemente nuestra experiencia sino sólo cuando puede ayudar en algunas situaciones específicas. No ayuda hablar en abstracto ni ocupar generalizaciones como tampoco tenemos derecho de juzgar moralmente a nuestros acompañados. Esto es lo que hacían los fariseos y el Evangelio nos muestra cómo fueron rechazados por Jesús en sus prácticas.

5. No es agradar al acompañado sino ayudarlo.
A veces el acompañante, por inseguridades propias, busca ser simpático, agradar, y esto lo lleva a estar centrado en sí mismo. Nuestra responsabilidad es ser amable, acogedor, pero no podemos dejar de decir lo que vemos por temor a que el otro se moleste y se vaya. En algunas situaciones tenemos que ser como buenos cirujanos y tenemos que cuestionar actitudes y comportamientos que pertenecen a lo que se llama área ciega, aspectos de nuestra vida que no vemos y que otros conocen. Si el acompañado deja de venir, no necesariamente es un fracaso; puede ser un momento importante en la vida de ese hombre o mujer. Es posible que sea la ocasión de rebelarse o bien de tomar conciencia de las dificultades que carga.

6. No es tener respuesta para todo.
A menudo tenemos una concepción autoritaria donde nos exigimos controlar y saber todo, lo que nos quita sencillez y frescura de vida. ¡Son tantas las cosas de lo humano y lo divino que no sabemos y que necesitamos aprender de otros!

(Extracto de: Acompañar para vivir. La figura del acompañamiento espiritual. La Formación franciscana seglar Hoy. Curso nacional de la OFS por Fr. Buiza).

 

- ARTICLE ESCRIT PER FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS,
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 28 – GENER 2023 - NÚM. 262.