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Formación: Acompañar para vivir - La figura del Acompañante Espiritual - I. HISTORIA DE LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL

FORMACIÓN: ACOMPAÑAR PARA VIVIR
La figura del Acompañante Espiritual
I. HISTORIA DE LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL

 

Francisco Javier Conejo Salvador, OFS


1.1.- Antiguo Testamento
El Dios de Israel es un Dios que sabe acompañar. Ésa es la primera escuela donde podemos aprender este difícil arte. Lo vemos en su relación con Abraham, con Moisés, con David, con Jeremías. Son muchos los textos que podemos citar en los que se presenta a Dios metido en la historia, acompañando el camino del hombre y del pueblo. 2. Samuel 7, 8-9: "Yo te saqué de los apriscos, de andar tras ovejas, para ser jefe 4 de mi pueblo, Israel. Yo he estado contigo en todas tus empresas....." Jeremías 1, 7 - 19:"No digas que eres un muchacho, donde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte..."

1.2.- Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento Jesús es el Maestro. El Hijo de Dios se presenta como un hombre acompañado y acompañante. Es un hombre acompañado por el Padre: todo lo que hace, todo lo que dice es bajo la mirada del Padre que lo apoya con su amor eterno. Es el acompañante del grupo que llaman “los discípulos” en su lento proceso de conversión, para cambiar de estilo de vida, manera de pensar y sentir. La palabra de Dios es, en muchas ocasiones, una invitación del Padre a sus hijos débiles, ignorantes y pecadores, para que recompongan su existencia y den una respuesta nueva; el mismo Pablo es enviado a Ananías para que este le inicie en el camino del evangelio (He 9,6-19). Los escritos paulinos refieren constantemente cómo el Espíritu Santo que habita en cada creyente (lCor 3,16) guía su caminar (Rom 8,14); el seguidor de Jesús tiene que examinarse desde el interior y comprobar en qué medida aparecen en su vida los «frutos del Espíritu» (Gál 5,22). Los evangelizadores de las comunidades del Nuevo Testamento se preocupan de aquellos que evangelizan como una madre se preocupa por sus hijos (He 20,30; 1Tes 2,7.11-12).

1.3.- La tradición de la Iglesia
A partir de las enseñanzas de los apóstoles y de la vida de las primeras comunidades surgen creyentes con fuerte interés por profundizar la vida cristiana junto a maestros experimentados en la vida interior y en los caminos del Espíritu. En el cristianismo de Oriente esta relación de maestro discípulo se estructura alrededor del desierto como lugar geográfico y espiritual, y los núcleos del aprendizaje cristiano son la penitencia, el combate contra el mal, la docilidad al espíritu y la búsqueda incesante de la paz interior; la meta es el hombre espiritual. En Occidente también se vive esta experiencia, matizada por dos elementos importantes: el carácter apostólico de la vida cristiana y la respuesta a los retos que la evolución socio-histórica va presentando. Innumerables figuras de santos fundadores se podrían aducir como iniciadores de una determinada espiritualidad de vida religiosa, presbiteral y laical, que ha permanecido vigente en las comunidades e instituciones por ellos fundadas. Así, esta práctica pasa a la Iglesia y la asume como una manera de evangelizar al hombre y hacer que éste se haga gozo y esperanza para otros, se haga gozo para Dios. El santo pueblo de Dios tiene derecho a tener acompañantes para seguir los caminos del Evangelio. Desgraciadamente en los últimos 30 o 40 años se produjo una cierta crisis en la práctica de la dirección espiritual. Pero actualmente está siendo superada con creces. Son muchos los interesados en aprender a acompañar como también los que buscan ser acompañados. Son muchas las experiencias vitales que tienen algunos elementos propios del acompañamiento: el ser papá y mamá, el ser maestro de novicios o formador, el trabajar en terapia o como profesor. Todos son servicios, ministerios, para crear belleza, vida libre, desarrollo y verdad.

1.4. El Magisterio.
Dios mismo está presente y actuante en el interior de cada creyente, y cada cristiano busca decidir su vida según la voluntad de Dios, dentro de la Iglesia y al servicio de la única misión (LG 12, 31, 41; GS 14). Pablo VI en la Evangelii nuntiandi se refiere a los «sacerdotes que, a través del sacramento de la penitencia o a través del diálogo pastoral, se muestran dispuestos a guiar a las personas por los caminos del evangelio, a confirmarlas en sus esfuerzos, a levantarlas si están caídas y a atenderlas siempre con discernimiento y disponibilidad» (EN 46). La catequesis está al servicio del progreso de la vida de fe. Afirma el Directorio general de pastoral catequética (DCG), de 1971: «La fe, que es única, se encuentra con mayor o menor intensidad en los fieles, según la gracia dada a cada uno por el Espíritu Santo e impetrada constantemente en la oración (cf Mc 9,23), y según la respuesta que cada uno otorga a esta gracia. Además, la vida de fe se encarna en diversas situaciones a medida que se desarrolla la existencia del hombre, mientras este llega a la madurez y acepta las responsabilidades de su vida. Por tanto, la vida de fe admite varios grados, ya sea en la aceptación global de toda la palabra de Dios, ya sea en su explicitación y aplicación a las diversas tareas de la vida humana, según la madurez y las diferencias de cada hombre. Tal aceptación, explicación y aplicación a la vida del hombre son distintas según se trate de párvulos, de niños, de adolescentes, de jóvenes o de adultos.

«La catequesis es como el noviciado de los cristianos, el período de maduración de la conversión. La etapa en la que los convertidos se inician en todos los aspectos de la comunidad, para poder integrarse en ella como sujetos activos de la misma» (Proyecto Marco, 75). «Al animar al compromiso por el reino de Dios, ha de presentar todas las vocaciones desde donde se puede servir a este reino – laical, laical consagrada, ministerio sacerdotal, vida religiosa y monacal– y ayudar en el discernimiento vocacional» (cf OPJ 32; ChL 58). Todos los aspectos que aquí hemos seleccionado piden una evangelización de la juventud, articulada en la relación catequista-catequizando y en el equilibrio entre vida-reflexión, acción y celebración. Las cuestiones de fondo del itinerario de fe, la inserción en la comunidad cristiana y el discernimiento vocacional no serán posibles sin el acompañamiento personal, como el elemento que más puede potenciar la catequesis con jóvenes y dar unidad a los elementos constitutivos del proceso de maduración de la fe.

(Extracto de: Acompañar para vivir. La figura del acompañamiento espiritual. La Formación Franciscana Seglar Hoy. Curso nacional de la OFS por Fr. Buiza).

 


- ARTICLE ESCRIT PER FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS,
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 27 – DESEMBRE 2022 - NÚM. 261.