DESDE MI RINCÓN.
Fraternidad desde nuestra Regla y Constituciones.
(Basado
en la ponencia de Emanuela De
Nunzio, en el capítulo General de Hungría).
Francisco Javier Conejo Salvador, OFS
Hay dos palabras que debemos tener
muy en cuenta, a la hora de hablar de Fraternidad en la OFS: Sentido de
pertenencia y corresponsabilidad. Por eso, en referencia a la
identidad/pertenencia, debemos subrayar el sentido de comunión y de
corresponsabilidad. Las CC.GG. lo afirman con fuerza en el art. 30.1: “Los
hermanos son corresponsables de la vida de la Fraternidad a la que pertenecen y
de la OFS como unión orgánica de todas las Fraternidades extendidas por el
mundo”. Se trata de una comunión fraterna, de fe y de amor, que tiene
necesidad de ser alimentada por la oración recíproca y por el conocimiento
mutuo.
Todos conocemos de memoria la
definición de Fraternidad local contenida en el art. 22 de la Regla: “Primera
célula de toda la Orden… signo visible de la Iglesia… comunidad de amor…” Donde
desarrollamos nuestra vocación de franciscanos seglares.
Para explicitar estas afirmaciones
básicas, las Constituciones Generales en el art. 30.2 precisan como debe ser
vivida la pertenencia a la Fraternidad: “El sentido de corresponsabilidad
de los miembros exige la presencia personal, el testimonio, la oración, la
colaboración activa, según las posibilidades de cada uno y los eventuales
compromisos para la animación de la Fraternidad”. Para no hacer
discursos teóricos, creo que es importante que nos detengamos y “desmenucemos”
las “exigencias” de la corresponsabilidad. Así pues, veamos:
1. La presencia personal, o sea la participación frecuente (¡no opcional!) a
los encuentros de la Fraternidad, que no pueden ser más las famosas “reuniones
mensuales”, sino más bien “encuentros frecuentes”, organizados por el Consejo
para estimular a cada uno a la vida de fraternidad y para un crecimiento de
vida franciscana y eclesial (Regla n. 24).
2. El testimonio, de vida evangélica y de vida fraterna, incluso como
medio de pro- moción vocacional (Regla n. 23 e C.C. G.G. art.37.3).
3. La oración, que es el alma de esta “comunidad de amor” (Regla n.
8).
4. La colaboración activa, de todos y de cada uno, para el buen funcionamiento
de la Fraternidad, para el desarrollo dinámico y participativo de las
reuniones, para la realización de sus iniciativas caritativas y de apostolado
(C.C. G.G. art. 53.3).
5. Los eventuales
compromisos en la animación de la Fraternidad, en particular, cuando uno se convierte en candidato para tal o
cual oficio/servicio (C.C. G.G. art. 31.4).
6. La contribución
económica, en la medida de las
posibilidades de cada miembro (C.C. G.G. art. 30.3), para proporcionar los
medios financieros necesarios para la vida de la Fraternidad y para sus obras
de culto, de apostolado y caritativas.
Con todo, con esto no basta: la
corresponsabilidad compromete a todos los miembros a hacerse cargo del
“bienestar” humano y espiritual de cada uno de los hermanos (CC. GG. art.
42.4): ninguno debe ser dejado solo frente a sus problemas y a sus dificultades,
sino que en la Fraternidad debe encontrar ayuda (incluso material), apoyo,
alivio.
En sustancia, vivir y obrar hoy en la Fraternidad quiere decir tomar conciencia de algunos puntos firmes, como: el encuentro con el hermano en su situación concreta, el acompañamiento de su crecimiento humano, la experiencia de oración en sus diversas formas, la educación en el compromiso por la construcción del Reino y un grado de pertenencia eclesial que haga percibir el sentido de la meta global: el crecimiento y la realización del hombre nuevo en Cristo (Reg. OFS n. 14).
La fraternidad nace cuando se pasa
del yo al nosotros. Pero el “nosotros” no nace
sencillamente del dato de realidad que me dice que además del yo existen otras
personas. Para que se dé el “nosotros” debo aprender a perderme y
encontrarme en otros. Este dinamismo difícil necesita el aprendizaje de la
convivencia, de la coexistencia, del compartir y el convivir. Todo esto se hace
con respeto, escucha, diálogo, amor…
En la OFS tenemos un sentido muy
peculiar, muy personal de nuestra fraternidad. No la concebimos como un grupo
de amistad, ni como un equipo de trabajo, ni como una comunidad religiosa
presidida por un representante de Dios, sino como una familia de hermanos, en
la que cada uno puede ser él mismo y manifiesta confiadamente el uno al otro
sus necesidades. Lo más importante para nosotros es la calidad de nuestras relaciones
interpersonales.
Un papel muy importante es la
dimensión afectiva de nuestra fraternidad. El cariño mutuo, comprensión,
acogida, la vida en común… Nuestro peligro es el individualismo, el sentirnos
“no pobres”, “no necesitados”.
No hay fraternidades idílicas.
Todo lo expuesto es el fin al que tenemos que llegar; pero debemos tener
presente que partimos de fraternidades formadas por personas, por humanos, con
nuestras miserias humanas: egoísmos, envidias, individualidades… En nuestras
fraternidades existe el conflicto: hermanos que no quieren dejar el servicio
que ha estado prestando, fraternidades en las que no hay hermanos que quieren
coger la responsabilidad de los oficios de la fraternidad, la rutina, perfiles
psicológicos complejos de algunos hermanos… Se debe afrontar los conflictos de
la fraternidad con amor fraterno y con diálogo fraterno. Cada Consejo, entre
otras competencias, debe: “establecer un diálogo fraterno con los miembros
que se hallan en dificultades particulares y adoptar las determinaciones
oportunas; decidir la suspensión de un miembro de la Fraternidad” (CCGG 50),
siempre con el fin de proteger a la Fraternidad.
Francisco no piensa una
fraternidad proyectando un idealismo utópico sin conflictos. Una fraternidad
idealizada genera vocaciones idealizadas, vocaciones que no aguantan el
conflicto. Y hemos de aprender a vivir, convivir y superar el conflicto en
fraternidad. El conflicto existe porque, como personas que formamos nuestras
fraternidades, tenemos nuestras miserias humanas: envidias, egoísmos.
La pluripertenencia.
Uno de los mayores obstáculos que
se interponen a la corresponsabilidad, es al que convencionalmente llamamos
“pluripertenencia”, es decir, la tendencia de algunos franciscanos
seglares a adherirse a una multiplicidad de grupos y asociaciones eclesiales.
No hay que olvidar que “La vocación a la OFS es una vocación específica, que
informa la vida y la acción apostólica de sus miembros” (CC. GG. Art. 1).
Cuando el franciscano seglar está inserto también en otras asociaciones, la
inspiración franciscana, que debería impregnar su vida entera en cada expresión
y manifestación, se diluye en la mezcla con otras espiritualidades. Además, los
compromisos se suman y se superponen, impidiendo la puntual observancia de las
obligaciones que derivan de la vida de Fraternidad.
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 29 – ABRIL 2024 - NÚM. 275