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DESDE MI RINCÓN. (Junio 2020)

FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS




Me gustaría compartir con vosotros actitudes para la escucha de la Palabra.

Recuerdo el compromiso del franciscano secular a leer el evangelio que recoge nuestras CCGG 9,2: “El franciscano seglar, comprometido a seguir el ejemplo y las enseñanzas de Cristo, dedíquense a un estudio personal y frecuente del Evangelio y de las sagradas escrituras.”

Vivimos en un mundo lleno de ruidos, estamos inmersos en el mundo revolucionario de las tecnologías, de la inmediatez, del todo ahora. Este es nuestro mundo, en él nos toca caminar, servir y amar.

En estos momentos de confinamiento os propongo una serie de pasos que orienten a la escucha y nos ayuden a acoger la Palabra: 

- Cogemos un texto bíblico -


Motivación: Hay que sentirse motivado. Dice el Papa Francisco: “Desafiemos la costumbre, abramos bien los ojos y los oídos, y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del resucitado”.

Hacer silencio: Para ser acogida la Palabra necesita de silencio. En este momento podemos integrar prácticas de relajación, de respiración, de silencio, de apertura a la trascendencia que nos ayuda a tomar conciencia de la dimensión interior de nuestro ser. Tenemos que dedicarle tiempo, fomentar y adquirir buenos hábitos, repetirlo hasta que el cuerpo encuentre una postura cómoda y pueda entregar el espíritu y el corazón para el encuentro personal con el Dios vivo que nos habita con su Palabra.

Llamada / invocación al Espíritu Santo: Tras el momento de silencio, paz y serenidad, invocamos al Espíritu Santo para que nos ilumine. A modo de ejemplo: “Espíritu Santo, abre mi mente, sé mi luz, mi guía, mi fuerza y todo el amor de mi corazón para escuchar tu Palabra y ser dócil a tu querer”. O “Sumo. Glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y verdadero mandamiento”.(Oración de san Francisco ante el Cristo de san Damián).

Acogida: Acogemos la Palabra de Dios con solemnidad, podemos poner un signo externo: una vela encendida, música de fondo, incienso…. La Palabra se proclama con alegría, despacio. Y dejamos silencio para asimilarla. Sobre todo hay que acogerla en nuestro corazón y en nuestra mente.

Resonancia: Elegimos del texto las palabras o las frases que creamos y las repetimos al ritmo de nuestra respiración durante un tiempo para que penetre dentro de nuestro corazón. “Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” (Salmo 118).

Nos preguntamos: Nos preguntamos a nivel personal: ¿Cuál es la Buena Nueva que descubro en este texto? Nos respondemos en primera persona: “yo…”; “para mi…” descubro en este texto…”.

Compromiso: Del texto evangélico saco un compromiso para la vida, para el testimonio. Que la Palabra alimente e ilumine nuestras vidas y que nuestro estilo de vida contagie al mundo las ganas de conocer, amar y seguir a Jesús. “…pasando del Evangelio a la vida y de la vida al evangelio” (Regla 4)

Oración personal y contemplación. En unos momentos de silencio y a partir de la observación y meditación del texto, elige la forma de oración que mejor convenga al texto: oración de confianza, alabanza, acción de gracias, penitencia, súplica intercesión… (Hago una oración que surja del corazón a raíz del texto)

Podemos terminar con la siguiente oración:

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz...
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría...

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.


- ARTICLE ESCRIT PER FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS,
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 25 – JUNY 2020 - NÚM. 234.