FRA FRANCISCO PESQUERA, OFMCONV.
Peregrinar a Armenia durante este
verano fue para mí una sorpresa, aunque hacía tiempo que tenía este viaje en mi
agenda. Reconozco que siendo un país perdido entre tantas repúblicas ex
soviéticas me era indiferente.
Sabía, sin embargo, que los
armenios tienen una de tantas capillas del Santo Sepulcro en Jerusalén. Es la
de Santa Helena, la madre del emperador Constantino.
Lo primero que uno se encuentra,
según se va visitando los diferentes lugares y su historia, es con un pueblo
resiliente por su capacidad de adaptarse a las persecuciones y los sacrificios
que han tenido que pasar.
Esto se comprueba al visitar el
monumento dedicado a las víctimas del genocidio que el pueblo sufrió, por parte
de Turquía, desde 1915 al 1922 y a su museo en las afueras de Erevan, su
capital. Toda una historia de guerras, deportaciones, exilios que se comprueba
a través de los documentos gráficos que allí se muestran. Estos hechos trágicos
quedan recordados en la llama mantenida continuamente y rodeada de flores.
Igualmente, doloroso es que el
monte Ararat, donde los armenios creen que se posó el Arca de Noé
después del diluvio universal. Este monte, venerado por los armenios, se encuentre
en la vecina Turquía. Ellos sólo pueden contemplarlo, con sus nieves perpetuas,
desde la distancia.
Por estas y otras circunstancias se
entiende que en el país vivan tres millones de habitantes y fuera de él ocho.
Unos famosos, otros de manera más anónima, aportando sus cualidades en los
diversos países que les acogieron.
Pero el pueblo armenio siempre supo
sostenerse en la fuerza de su identidad y anclado en su religión, fue el primer
pueblo que se convirtió al cristianismo en el año 301. Estas raíces son las que
les han hecho, una y otra vez, resurgir de sus problemas sin perder sus
orígenes, ni sus ideales.
El símbolo más significativo de su
resilencia son los Jachkar, cruces talladas en piedra colocadas como
recordatorio de eventos importantes en iglesias, santuarios, cementerios,
carreteras, colinas y acantilados. En la base de la cruz se encuentra grabado
el símbolo del Sol (La Eternidad) y en el centro del mismo se muestra el
símbolo de la crucifixión de Cristo. Muchas Cruces están talladas con hojas de
parra y adornos que simbolizan la Resurrección de Cristo y su victoria sobre la
muerte...
Bueno sería
tener como ejemplo a este pueblo luchador y confiado ante las dificultades. Nos
vendría bien en tantas ocasiones que nos encontramos desanimados por nuestros
problemas y aprender a confiar en las raíces de nuestra fe que es el mismo
Cristo vencedor de la Muerte.
- ARTICLE ESCRIT PER FRA FRANCISCO PESQUERA, OFMCONV.,
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SEGLAR DE CATALUNYA.
ANY 24 – OCTUBRE 2019 - NÚM. 226.