FRANCISCO JAVIER
CONEJO, OFS.
El mes que
acabamos de terminar, el mes de noviembre, con motivo de la celebración de
nuestra patrona, Santa Isabel de Hungría, profesan muchos hermanos la Regla y
las Constituciones de la OFS, se comprometen a vivir el Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo en Fraternidad. A todos ellos Felicidades. Y especialmente a
los que han profesado en la fraternidad de Granollers: Claus, Miquel,
Magdalena, y Luciano. Pero me gustaría tener un recuerdo por todos aquellos que
no han sido admitidos por una u otra razón.
Me gustaría
compartir con vosotros unas reflexiones de María Cecilia Jaurrieta ofs
Argentina.
Eduardo
perteneció a la JUFRA, pero la admisión a la OFS le costó. Una vez dijo: “Yo no
sé porque no me admitieron en esa fraternidad”… En alguna otra fraternidad se
reparó la equivocación.
Pudiera ser que
sus “extravagancias” no encajaran con la formalidad que muchos exigen para pertenecer
a la OFS. Esas formalidades que se discuten en reuniones de Consejo. Fray
Junípero fue uno de los primeros compañeros de Francisco de Assís. Lo prefería
por su sencillez, su humildad y su caridad. Clara le puso por sobrenombre “el
juglar de Dios”.
Dice Englebert en
su Vida de San Francisco: “…La naciente fraternidad no excluía a nadie, y a ejemplo
de Nuestro Señor, Francisco recibía a los pecadores bondadosamente y poseía el
don de convertir en oro el vil plomo. Aún a los más extravagantes acogía
amablemente; de lo cual es buena prueba su amistad con fray Juan el Simple y
con fray Junípero, que se ha hecho legendaria” Francisco no exigía que todos
sus frailes estuvieran cortados con el mismo patrón, y contestaba a los que
juzgaban despropósitos las excentricidades de fray Junípero: «Hermanos míos,
pluguiera a Dios que de tales Juníperos tuviera yo un bosque entero»”.
Eduardo pasó la vida
siendo un desconocido para muchos. Sin embargo, tuvo un proyecto de vida, era
voluntario de todas las causas y con su compromiso difundía el mensaje
franciscano como pocos.
Eduardo siempre
tenía algo que hacer: cantar en un coro, ayudar en Caritas, darles premios a
algunos hermanos en los capítulos de la OFS, aportando un momento de algarabía.
Su mayor talento fue el de hacer pan y enseñar a hacerlo. De hecho, uno de sus
últimos servicios fue acompañar en el inicio de una empresa “panaderil” a
chicos de un comedor de Villa Tranquila distante unas cuatro horas de viaje de
donde residía.
La primera Orden
sufrió bien pronto la clericalización lo que supuso mayores estudios
académicos, criterios estrictos para ser admitidos a una vocación que estaba al
servicio de la Iglesia.
La familia laical
adoptó criterios jurídicos que hasta el día de hoy entran en conflicto con los
criterios de fraternidad. ¿No estamos llamados a vivir el Evangelio, que es
nuestra regla máxima”?
Hay muchas
paradojas y contradicciones. Todavía es un mérito absoluto la disciplina, el
cumplimiento, el asentimiento, el silencio. En muchas fraternidades no hay
conocimiento humano, del otro.
La regla paulina
hace centro en la vida fraterna. No hay franciscano secular sin fraternidad. Se
suele repetir hasta el hartazgo de que no somos una cofradía. Pero por mucho
que lo repitamos así mágicamente no se produce la metamorfosis. Son las acciones,
los hechos, los gestos los que revelan nuestro carisma.
En las familias,
se acepta a cada uno por lo que es. Se le cuida, se le sirve, se le ayuda a
desarrollar sus talentos, se le cura. Y en todas las familias aparecen notas
discordantes… Pueden ser personas con heridas emocionales… Pueden ser
discapacitados. Puede ser una mujer o un hombre divorciado. O uno que no tiene
trabajo. Pueden llamar a la puerta de la fraternidad, solteros, viudos,
ancianos para quienes la reunión es el único momento de relacionarse con
otros….
Entonces surgen
tantos criterios para admitirlos o no, como fraternidades hay. Y lo que en una
se acepta en la otra se niega. En general, cualquier problemático no es
aceptado.
Y a la hora de
decidir las admisiones se practica la eugenesia que no es ni más ni menos la
eliminación de “indeseables”. “Ese porque habla mucho”. Ese porque me dijeron
que… Esa porque es psicóloga… Esa porque tiene problemas psiquiátricos… Ese
porque puso en la carta que venía a la fraternidad porque buscaba una familia…”
Y lentamente vamos aplicando criterios parecidos a los que se aplica en la
eugenesia.
¿Y nosotros qué
hacemos? ¿El poder de decisión que tienen los consejos, muchas veces se orienta
a formar un franciscano perfecto? ¿Pero de qué perfección estamos hablando? La
única perfección de la que habla el Evangelio es la de la misericordia.
Nuestro carisma,
como cualquier otro se contagia por irradiación. Y el amor es la fuerza más
expansiva y difusiva que hay. El ver cómo nos amamos, como aceptamos a todos,
como les proporcionamos un lugar en el mundo para que se sientan útiles, como
descubrimos sus talentos y los ponemos a trabajar para humanizarlos.
El papa Francisco
dice que la Iglesia es un gran hospital de campaña. ¡Pongámoslo en
funcionamiento!
Cuando Jesús
curaba a los enfermos no solamente les devolvía la salud, sino que los
reintegraba a una sociedad que los había marginado.
El Duende
encontró su lugar en el mundo… Hay muchos duendes por ahí que no tuvieron esa
suerte.
- ARTICLE ESCRIT
PER FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ
SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 24 – DESEMBRE 2019 - NÚM. 228.