FRA FRANCISCO
PESQUERA, OFMCONV.
Cada cierto tiempo voy a visitar
a una persona imposibilitada, por la edad, para salir de su casa. Sé que voy a
aprender algo de ella. Iniciamos la conversación hablando del tiempo, la
valoración de algún problema reciente en la familia o en la sociedad, pero
siempre sacando temas o circunstancias de su vida, de su experiencia vivida
llena de ilusiones, algunas nunca cumplidas o problemas que, a veces, resolvió
de manera inesperada, cómo ella no había pensado.
Un día leíamos el texto de San Mateo 7,7-8: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” y comenta: “He pasado por momentos difíciles en la vida y se me han ido resolviendo, no como yo quisiera, sino por otro camino”. Esto es, según ella la Providencia, fruto de una fe heredada de sus padres y de la que se siente orgullosa.
De las veces que la he visitado lo que más me impresiona es la paz con la que habla y vive las cosas, que le emanan, según pienso, de las circunstancias por donde la vida se le ha ido entretejiendo. Los ambientes y lugares distintos de los que ha formado parte, el haber cambiado de barrio… Todas estas circunstancias, en este momento que vive, son recuerdos que le hablan, le dicen cosas, le ayudan a sacar conclusiones de las que habla sin la pretensión de convencer, sin buscar recompensas en ámbitos del poder o de remuneración económica.
Un día leíamos el texto de San Mateo 7,7-8: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” y comenta: “He pasado por momentos difíciles en la vida y se me han ido resolviendo, no como yo quisiera, sino por otro camino”. Esto es, según ella la Providencia, fruto de una fe heredada de sus padres y de la que se siente orgullosa.
De las veces que la he visitado lo que más me impresiona es la paz con la que habla y vive las cosas, que le emanan, según pienso, de las circunstancias por donde la vida se le ha ido entretejiendo. Los ambientes y lugares distintos de los que ha formado parte, el haber cambiado de barrio… Todas estas circunstancias, en este momento que vive, son recuerdos que le hablan, le dicen cosas, le ayudan a sacar conclusiones de las que habla sin la pretensión de convencer, sin buscar recompensas en ámbitos del poder o de remuneración económica.
También me sorprende la
aceptación de las cosas que le van viniendo en la vida. Los achaques, las
dificultades de los hijos y nietos, a los que les cuesta encontrar tiempo para
visitarla. Las amistades que ya han fallecido o los que no se pueden visitar.
Pienso que los altibajos de la vida, la superación de miedos y dudas, le han
ayudado a establecer una relación positiva con la realidad aprendiendo a
convivir y caminar con ello, aunque le gustaría que fuera de otra manera. Esto
me recuerda una definición de la aceptación de J.A: García Monje: “La aceptación
es construir sobre la realidad que conozco, que tengo”.
Cuantas veces cuando termino de
hablar con esta persona o con otras llenas de experiencia recogida con los años
vividos con intensidad me pregunto si soy capaz de interiorizar toda esa
sabiduría y manifestarla en mi vida cotidiana donde uno tiene que ser
testimonio de estas actitudes.
No podemos perder esta riqueza de
la que el Papa Francisco dice en una audiencia para unos grupos de la tercera
edad en el Vaticano: “Los ancianos demuestran que, incluso en las pruebas más
difíciles, nunca hay que perder la confianza en Dios y en un futuro mejor: Son
como los árboles que siguen dando frutos incluso bajo el peso de los años”.
- ARTICLE ESCRIT PER FRA
FRANCISCO PESQUERA, OFMCONV.,
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE
FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 24 – DESEMBRE 2019 - NÚM.
228.