LA MÍSTICA.
Fernando Llanillo Mendieta, OFS
En nuestra cultura, Dios ha
muerto y el hombre ha ocupado el lugar central que antaño tenía la Divinidad.
Con la muerte de Dios, hemos matado nuestra vida espiritual y tenemos una
sociedad en la que domina la razón. Karl Rahner dijo que el cristiano del siglo
XXI tendría que ser místico o no sería.
El Misticismo es una
tendencia religiosa de la unión directa del alma humana hacia la Divinidad a
través de la oración o la contemplación. El hecho místico no es algo exclusivo
de los cristianos, sino que en todas las religiones también se da este fenómeno,
también en algunas filosofías orientales. Se trata de un fenómeno universal. Es
un estado extático en el que el hombre es absorbido por la Divinidad.
En nuestra sociedad se nos
ha olvidado esa búsqueda y que estamos llamados a esa esfera superior.
La mística judía buscaba a
Dios dentro de las escrituras por el valor esotérico de las palabras y los
números.
En los misticismos
orientales es el hombre el que va a la búsqueda, mientras en el cristianismo es
la voluntad de Dios de salir al encuentro místico del hombre, no depende tanto
de la voluntad de la persona. Los padres de la Iglesia enseñaron que la visión
de Dios es obra de la Gracia a la que sólo llegan unas personas concretas por
Gracia de Dios.
El mundo que tenemos
organizado está pensado para que no busquemos a Dios. El mundo ha puesto sus
esperanzas en consumir, vivir al máximo, materialismo, imperio de lo efímero,
individualismo, relativismo moral …. Todo eso hace que las personas se cierren
en sí mismas y no importe ni el alma que vive dentro de nosotros.
Los cristianos tenemos la
obligación moral de testimonio: un sentido trascendente de la vida, un sentido
profundo e interiorizado de la vida y un amor generoso y solidario.
Los medios para fomentar y
desarrollar una vida mística verdadera: austeridad y ascética de vida (crear
las condiciones para conseguir un encuentro personal con Dios, desprenderse de
las cosas que encadenan el espíritu con despojo de aquellas cosas que nos
atan), cultivar espacios de soledad y silencio (no rehuir la soledad para no
encontrarnos con nosotros mismos) y compartir la vida fraternalmente.
La mística de San Francisco,
en la contemplación de la naturaleza como signo de Dios, puede permitir no
apagar esa llama de la fe en nosotros que estamos constantemente expuestos a
las tensiones del mundo. Francisco se sentía unido al resto de las criaturas,
la hermandad universal de Francisco con todas las criaturas tenía sus raíces en
Jesucristo. Mediante la pobreza exterior e interior, Francisco consiguió la
libertad de los hijos de Dios.
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 28 – OCTUBRE 2023 - NÚM. 269.