FORMACIÓN: ACOMPAÑAR PARA VIVIR
La figura del Acompañante Espiritual
CONSECUENCIAS Y APLICACIONES A NUESTRA
VIDA
Francisco Javier Conejo Salvador, OFS
1. El acompañamiento siempre será un cuidado de
una persona única que tiene existencia propia delante de Dios y en la Iglesia.
Es el reflejo del amor personalizado de Dios a su hijo o su hija, y ese amor
pasa por el amor y la comprensión del acompañante, por la relación fraternal
que puede establecer y ésta es completamente diferente con cada uno. Esto exige
una flexibilidad y libertad muy grande en el acompañante.
2. Necesitamos ser acompañados, es un derecho que todo
cristiano tiene. Nadie se salva solo, dependemos unos de otros. No basta la
inteligencia para recorrer los caminos del Evangelio. Las tinieblas deben ser
iluminadas desde fuera. Nadie es tan hábil que pueda darse cuenta por sí mismo
que está ciego. Todos tenemos puntos ciegos en nuestra vida y, si no buscamos
ayuda, estamos arriesgando llegar a la madurez en Cristo. Santa Teresa de Ávila
da cuenta de su tarea como acompañante: "Yo no hago otra cosa que evitar
todo lo que puede obstruir, alterar o cambiar el camino por el cual Dios lleva
a las hermanas".
3. El acompañamiento responde a las necesidades de
verdad y de honradez que habitan en el corazón de cada persona. Todos queremos
ser honrados y vivir en la verdad, aunque a veces tenemos temores de tomar
contacto con lo profundo de nosotros y de encontrarnos con Dios. La tarea del
acompañante es ayudar a esa persona a enfrentarse, y la prepara, la anima, la
corrige y la ayuda a celebrar a medida que vive con mayor verdad, con
sabiduría.
4. El acompañamiento es un arte, un carisma, un
proceso pedagógico. Es un arte que requiere de todas nuestras habilidades y
experiencia para intervenir y para esperar, para reconocer la obra de Dios.
Requiere tiempo y esfuerzo, y por eso podemos ayudar a pocos. Es un carisma, es
un regalo de Dios para su Iglesia, es un servicio prestado al santo pueblo de
Dios. Nadie puede jactarse en materia de acompañamiento. Es un camino
pedagógico, un proceso gradual que requiere del acompañante una capacidad
grande de escuchar, de acoger y de dejarse tocar por lo que el acompañado es,
no sólo por lo que dice; una capacidad de mirar con profundidad para reconocer
una historia santa, un camino de salvación; una capacidad de invitar a seguir a
Cristo sin desfallecer.
5. Para acompañar hay que tener algunas
convicciones que nos permiten hacerlo con mayor fluidez y solidez.
a) Todo hombre es bueno en lo profundo de su ser. El núcleo de nuestro ser es una parte redimida, resucitada. El acompañamiento es buscar y tomar contacto con esa área buena, salvada, y desde allí reflejar lo hermoso y vital que vamos adivinando.
b) Todo hombre está en proceso, va haciendo un camino y Dios va trabajando en él. Nadie puede juzgar de sí ni de otro que su vida no tiene solución. Los ritmos de este proceso son diferentes y pueden exigir tanto del acompañante como del acompañado, paciencia y perseverancia.
c) Yo como acompañante puedo ser recurso, puedo facilitar el camino de perfección cristiana si pongo a disposición la fuerza, la experiencia, la bondad y los conocimientos para ser una ayuda significativa para la vida espiritual del acompañado.
6. Todo proceso de acompañamiento es temporal.
Podemos hacer camino por un tiempo, en una etapa de la vida espiritual y para
la siguiente, es posible necesitar otra persona. Es la experiencia de muchos
santos.
7. Cada acompañante tiene que revisar con honradez
y discernir si es este ministerio al que Dios lo está llamando. No existen los
directores espirituales ideales y por eso tenemos que preguntarnos cómo
integramos habilidades y dificultades, necesidades de la comunidad en la que
participamos y la voluntad de la Iglesia para invitarnos a acompañar a algunos
de sus hijos.
(De “Acompañar para vivir” de Fray Buiza).
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 28 – MARÇ 2023 - NÚM. 264.