DESDE EL CORAZÓN DE LA BIBLIA.
PARA LA REFLEXION PERSONAL.
De José Antonio Pagola, de "Grupos de Jesús".
"Dios busca a los perdidos". Lucas 15,1-7
Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se
acercaban a Jesús para oírlo, de modo que los fariseos y los maestros de la Ley
se pusieron a murmurar: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».
Él entonces contó esta parábola: «Supongamos que uno
de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y
nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, lleno de alegría, la carga en
los hombros y vuelve a la casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos y les
dice: “Alégrense conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido”. Les
digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que
se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
Los fariseos y maestros de la ley deberían entender
aquellas comidas alegres y festivas que Jesús celebra con los pecadores. Él ha
venido de Dios a “buscar y salvar a lo que estaba perdido” (Lucas 19,10). ¿Cómo
no entienden que viva acogiendo a pecadores, recaudadores y prostitutas? ¿Cómo
no entienden su alegría al poder encontrarse con ellos en una mesa? Todo el
pueblo debería sumarse a su alegría, pues nace de la alegría del mismo Dios.
La parábola es breve, pero su mensaje es de gran
hondura. ¿De verdad puede este pastor insensato ser metáfora de Dios? Hay algo
que todos los que están escuchando a Jesús han de reconocer: los humanos son
criaturas de Dios, le pertenecen a él. Pero ¿Puede Dios sentir a los “perdidos”
como algo tan suyo y querido?
Tal vez algunos de los que oían a Jesús recordaron
lo que había dicho el profeta Ezequiel seis siglos antes: en el pueblo de Dios
hay ovejas sin pastor; ovejas “débiles” a las que nadie conforta; ovejas
“enfermas” a las que nadie cura; ovejas “heridas” a las que nadie venda. Hay
también ovejas “descarriadas” a las que nadie se acerca y ovejas “perdidas” a
las que nadie busca. Pues bien, así dice el Señor: “Yo mismo buscaré la oveja
perdida, traeré a la descarriada, curaré a la herida, fortaleceré a la enferma…”
(Ezequiel 34,16). Ahora pueden ver que Jesús, con su actuación y sus palabras
está encarnando en su vida a ese Dios que busca a los “perdidos”.
La parábola se convierte así en una llamada a
cambiar. Si Dios no rechaza a los “perdidos", si no que los busca
apasionadamente, y si Jesús, lleno del Espíritu de Dios, los acoge y come con
ellos… ¿no tendremos que cambiar radicalmente algunas de nuestras posturas?
¿seguiremos discriminando, condenando y despreciando a los que a nosotros nos
parecen “perdidos"? ¿A quién queremos seguir?
La parábola tal vez sugiere algo más. La oveja no
hace nada para volver al redil. Es el pastor quien la busca incansablemente, la
carga sobre sus hombros y la recupera. ¿No está sugiriendo Jesús que el retorno
del pecador no se debe a sus esfuerzos por convertirse, sino a la iniciativa de
Dios, que irrumpe en su vida con su misericordia insondable? ¿Cómo no nos vamos
a alegrar con este Dios de amor infinito y desconcertante? ¿Cómo no vamos a
confiar en este Dios cuando nos sintamos perdidos y sin fuerzas para
transformar nuestra vida? ¿Cómo no vamos a imitar a Jesús, abriendo nuestro
corazón y nuestros brazos a quienes nos parecen alejados?
- ¿Me veo identificado con la oveja perdida?¿Hay momentos en que me siento perdido? ¿Mi pecado, mi error, mi debilidad, mi inconstancia, mi impotencia…? En adelante, cuando me vea perdido ¿recordaré que Dios me está buscando?
- ¿Me gustaría celebrar el reencuentro con Dios de alguna persona - cercana y querida? ¿Puedo ser un humilde pastor para alguien?
- ¿Por qué personas “perdidas” quieres interceder?
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SEGLAR DE CATALUNYA.
ANY 30 – JUNY 2025 - NÚM. 288