FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS
Hoy me gustaría compartir con vosotros una
historia, una especie de cuento que nos podemos aplicar a nosotros mismos y a
nuestras fraternidades. Se titula: la vaca.
La
historia cuenta que un viejo maestro deseaba enseñar a uno de sus discípulos la
razón por la cual muchas personas viven atadas a una vida de conformismo y
mediocridad y no logran superar los obstáculos que les impiden triunfar. No
obstante, para el maestro la lección más importante que podía aprender el joven
discípulo era observar lo que sucede cuando finalmente nos liberamos de
aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero potencial.
Para
impartir su lección al joven, el maestro decidió que aquella tarde visitaran
juntos algunos de los parajes más pobres de la provincia. Después de caminar un
largo rato encontraron el vecindario más triste y desolador de la comarca y se
dispusieron a buscar la más humilde de todas las viviendas. Aquella casucha a
medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más alejada del caserío era,
sin duda alguna, la más pobre de todas. Sus paredes se sostenían en pie de
milagro aunque amenazaban con venirse abajo en cualquier momento; el
improvisado techo dejaba filtrar el agua, y la basura y los desperdicios se
acumulaban a su alrededor dándole un aspecto decrépito y repulsivo. Sin
embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella casucha de apenas seis
metros cuadrados vivían ocho personas.
Curiosamente,
en medio de este estado de penuria y pobreza total la familia contaba con una
sola posesión extraordinaria bajo tales circunstancias, una vaca. Una
flacuchenta vaca cuya escasa leche le proveía a la familia un poco de alimento
para sobrevivir. La vaca era la única posesión material con la que contaban y
lo único que los separaba de la miseria total. Y allí, en medio de la basura y
el desorden, el maestro y su discípulo pasaron la noche. Al día siguiente, muy
temprano, asegurándose de no despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron
a continuar su camino. Salieron de la morada, pero, antes de emprender la
marcha, el anciano maestro le dijo en voz baja a su discípulo:
- Es hora de que
aprendas la lección que nos trajo a estos parajes.
Ante la
incrédula mirada del joven, y sin que éste pudiera hacer algo para evitarlo,
súbitamente el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y de un solo tajo
DESPEÑÓ a la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta de la vivienda.
-
¿Qué has hecho maestro? –dijo el joven susurrando angustiadamente para no despertar
a la familia-. ¿Qué lección es ésta que deja a una familia en la ruina total?
¿Cómo has podido matar esta pobre vaca que era su única posesión?
Sin inmutarse
ante la preocupación de su joven discípulo y sin hacer caso de sus
interrogantes, el anciano se dispuso a continuar su marcha. Así pues, dejando
atrás aquella macabra escena, maestro y discípulo partieron. El primero,
aparentemente indiferente ante la suerte que le esperaba a la pobre familia por
la pérdida del animal. Durante los días siguientes al joven le asaltaba una y otra
vez la nefasta idea de que, sin la vaca, la familia seguramente moriría de
hambre. ¿Qué otra suerte podía correr tras haber perdido su única fuente de
sustento?
La historia cuenta que, un año más tarde, los dos hombres decidieron
pasar nuevamente por aquel paraje para ver qué había ocurrido con la familia.
Buscaron en vano la humilde vivienda. El lugar parecía ser el mismo, pero donde
un año atrás se encontraba la ruinosa casucha ahora se levantaba una casa
grande que, aparentemente, había sido construida recientemente. Se detuvieron
por un momento para observar a la distancia, asegurándose que se encontraran en
el mismo sitio. Lo primero que pasó por la mente del joven fue el
presentimiento de que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado duro para
aquella pobre familia. Muy probablemente, se habían visto obligados a abandonar
aquel lugar y una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de
éste y había construido una mejor vivienda. ¿A dónde habrían ido a parar aquel
hombre y su familia? ¿Qué habría sucedido con ellos?
Cuál no
sería su sorpresa cuando, del interior de la casa, vio salir al mismo hombre
que un año atrás les había dado posada. Sin embargo, su aspecto era totalmente
distinto. Sus ojos brillaban, vestía ropas limpias, iba aseado y su amplia
sonrisa mostraba que algo significativo había sucedido. El joven no daba
crédito a lo que veía. ¿Cómo era posible? ¿Qué había acontecido durante ese
año? Rápidamente se dispuso a saludarle para averiguar qué había ocasionado tal
cambio en la vida de esta familia.
-Hace un año, durante nuestro breve paso por
aquí –dijo el joven- fuimos testigos de inmensa pobreza en la que ustedes se
encontraban. ¿Qué ocurrió durante este tiempo para que todo cambiara?
El
hombre, que ignoraba que el joven y su maestro habían sido los causantes de la
muerte de la vaca, les contó cómo, casualmente el mismo día de su partida,
algún maleante, envidioso de su escasa fortuna, había despeñado salvajemente al
pobre animal. El hombre les confesó a los dos viajeros que su primera reacción
ante la muerte de la vaca fue de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la
leche que producía la vaca había sido su única fuente de sustento. Más aún,
poseer este animal les había ganado el respeto de los vecinos menos afortunados
quienes seguramente envidiaban tan preciado bien.
-Sin embargo –continuó el
hombre- poco después de aquel trágico día, nos dimos cuenta que, a menos que
hiciéramos algo, muy probablemente nuestra propia supervivencia se vería
amenazada. Necesitábamos comer y buscar otras fuentes de alimento para nuestros
hijos, así que limpiamos el patio de la parte de atrás de la casucha,
conseguimos algunas semillas y sembramos hortalizas y legumbres para
alimentarnos. -Pasado algún tiempo, nos dimos cuenta que la improvisada granja
producía mucho más de lo que necesitábamos para nuestro sustento, así que
comenzamos a venderle algunos vegetales que nos sobraban a nuestros vecinos y
con esa ganancia compramos más semillas. Poco después vimos que el sobrante de
la cosecha alcanzaba para venderlo en el mercado del pueblo. Así lo hicimos y
por primera vez en nuestra vida tuvimos dinero suficiente para comprar mejores
vestidos y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco, este año nos ha
traído una vida nueva. Es como si la trágica muerte de nuestra vaca, hubiese
abierto las puertas de una nueva esperanza.
El joven, quien escuchaba atónito
la increíble historia, entendió finalmente la lección que su sabio maestro
quería enseñarle. Era obvio que la muerte del animal fue el principio de una
vida de nuevas y mayores oportunidades.
El maestro, quien había permanecido en
silencio escuchando el fascinante relato del hombre, llevó al joven a un lado y
le preguntó en voz baja:
- ¿Tú crees que, si esta familia aún tuviese su vaca,
habría logrado todo esto?
-Seguramente no– respondió el joven.
- ¿Comprendes
ahora? La vaca, además de ser su única posesión, era también la cadena que los
mantenía atados a una vida de conformismo y mediocridad. Cuando ya no contaron
más con la falsa seguridad que les daba sentirse poseedores de algo, así sólo
fuera una flacucha vaca, tomaron la decisión de esforzarse por buscar algo más.
-En otras palabras, la vaca, que para sus vecinos era una bendición, les daba
la sensación de no estar en la pobreza total, cuando en realidad vivían en
medio de la miseria.
-¡Exactamente!– respondió el maestro-. Así sucede cuando
tienes poco, porque lo poco que tienes se convierte en una cadena que no te
permite buscar algo mejor. El conformismo se apodera de tu vida. Sabes que no
eres feliz con lo que posees, pero tampoco eres totalmente miserable.
• ¿Cuál es
la vaca de tu vida? ¿Qué es lo que no te hace crecer? ¿Cómo despeñarla?
• ¿Cuál es
la vaca de tu fraternidad? ¿Qué es lo que no deja crecer a tu fraternidad?
¿Cómo despeñarlo?
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ARTICLE ESCRIT PER FRANCISCO JAVIER CONEJO, OFS,
PUBLICAT
AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 25 –
JULIOL 2020 - NÚM. 235.