DESDE EL CORAZÓN DE LA BIBLIA.
PARA LA REFLEXION PERSONAL.
De José Antonio Pagola, de "Grupos de Jesús".
Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de Santiago, y los llevó aparte, a una montaña alta. Allí se transfiguró en presencia de ellos; su rostro resplandeció como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. En esto, se aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús:
—Señor, ¡qué
bien que estemos aquí! Si quieres, levantaré tres albergues: uno para ti, otro
para Moisés y otro para Elías.
Mientras estaba
aún hablando, apareció una nube luminosa que los envolvió y de la cual salió
una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él.
¡Escúchenlo!».
Al oír esto,
los discípulos se postraron sobre su rostro, aterrorizados. Pero Jesús se
acercó a ellos y los tocó.
—Levántense
—dijo—. No tengan miedo.
Cuando alzaron
la vista, no vieron a nadie más que a Jesús.
La escena es
conocida tradicionalmente como la “transfiguración de Jesús. No es posible
reconstruir la experiencia que dio origen a ese relato sorprendentemente. Solo
sabemos que los evangelistas le dan una importancia central. No es extraño. No
se narra aquí un episodio más de la vida ordinaria de Jesús con sus discípulos,
sino una experiencia muy especial en la que éstos pueden entrever algo de la
verdadera identidad de Jesús.
También para
nosotros es un relato de gran importancia, pues nos invita a despertar nuestra
fe y recordar que ese Jesús que va por delante de nosotros en este recorrido es
el Hijo de Dios encarnado.
Sólo el rostro de
Jesús irradia luz. Todos los demás profetas, maestros, teólogos y doctores
tienen el rostro apagado. Sólo Jesús tiene la última palabra.
Escudadle a Él
hasta el fondo es una experiencia a veces dolorosa, pero siempre curadora y
gratificante. Jesús no es el que habíamos imaginado desde nuestros esquemas,
prejuicios o tópicos. Su misterio nos desborda. Su rostro adquiere más luz. Su
vida, su muerte y su resurrección nos atraen cada vez más.
Casi sin darnos
cuenta, Jesús está transformando nuestras vidas. Nos arranca de seguridades muy
queridas para atraernos hacia una vida más auténtica y gozosa. En Él
descubrimos a alguien que conoce la verdad última. Alguien que sabe por qué y
para qué vivir. Alguien que nos enseña las claves para construir un mundo más
justo y humano, y una Iglesia más fiel a su misión y más feliz.
- ¿Necesito momentos de retiro y recogimiento para encontrarme a solas con Jesús? ¿Tengo tiempos y lugares reservados para asegurar regularmente estos encuentros?
- ¿Ocupa Jesús un lugar único e insustituible en mi vida? ¿En qué se nota? El Cristo a quien invoco, en el que creo, el que sostiene y guía mi vida ¿irradia luz o se ha ido apagando en mi corazón?
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 30 – FEBRER 2025 - NÚM. 284