DESDE EL CORAZÓN DE LA BIBLIA.
PARA LA REFLEXION PERSONAL.
De José Antonio Pagola, de "Grupos de Jesús".
"Pedid, buscad, llamad" (Lucas11,9-13)
Francisco Javier Conejo Salvador, OFS
"Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?"
La confianza de Jesús es absoluta. La quiere contagiar a sus discípulos con fuerza. No sabemos exactamente cómo se expresó, pero los evangelistas han recogido sus palabras de forma lapidaria: “El que pide, está recibiendo. El que busca, está hallando. Y al que llama, se le abre”. Los giros que usa al hablar sugieren que está hablando de Dios, aunque evita nombrarlo. Por eso se puede traducir así: “pedid y Dios se os dará. Buscad y Dios se dejará encontrar. Llamad y Dios se os abrirá”.
Curiosamente, en ningún momento se dice qué es lo que hemos de pedir, qué es lo que de buscar ni a qué puerta hemos de llamar. Lo importante para Jesús es la actitud: cómo vivimos ante Dios. Si hacemos nuestro recorrido suplicando, buscando, llamando, conscientes de nuestra insuficiencia, pero poniendo toda nuestra confianza en Dios, nos veremos atraídos hacia la conversión: Dios se nos abrirá.
Aunque las tres invitaciones de Jesús apuntan a la misma actitud de fondo, parecen sugerir matices algo diferentes. “Pedir” es suplicar algo que hemos recibir de otro como regalo, pues no podemos dárnoslo a nosotros mismos; es la actitud ante Dios: Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá”. “Buscar” es rastrear, indagar algo que se nos oculta, pues está encubierto o escondido; es la actitud ante el reino de Dios: “Buscad ante todo el reino de Dios y su justicia”. “Llamar” es gritar, atraer la atención de alguien que no parece escucharnos; es la actitud de los salmistas cuando sienten a Dios lejano: “A ti grito, Señor, inclina tu oído hacia mí, no te quedes lejos, respóndeme, ven en mi ayuda”.
Pero Jesús no sólo desea despertar estas actitudes en sus discípulos. Quiere sobre todo avivar su confianza en Dios. No les da explicaciones complicadas. Jesús es sencillo y de corazón humilde. Les pone tres comparaciones que pueden entender muy bien los padres y madres que hay entre sus seguidores.
“Qué padre o madre, cuando el hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez le dará una de esas culebras de agua? ¿O si le pide un huevo le dará un escorpión apelotonado de los que se ven por la orilla del lago?
- ¿Tengo yo la experiencia de que, cuando pido a Dios, estoy recibiendo algo…que, cuando busco, estoy encontrando algo en mi interior…que, cuando llamo, ya no estoy tan solo? ¿Se me hace Dios presente en esa oración, aunque mis rezos no sirvan para resolverme mis problemas concretos?
- ¿He descubierto que necesito pedir a Jesús su Espíritu Santo? ¿Por qué no introduzco esta costumbre en mi vida? ¿Empiezo a pedir desde ahora el Espíritu de Jesús para mis hijos e hijas, para mis amigos, para la gente más alejada, para la Iglesia, para el mundo entero? ¿No es hermoso que haya una voz más pidiendo a Dios su Espíritu a Dios su Espíritu alentador y dador de vida?
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 29 – DESEMBRE 2024 - NÚM. 282