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UNA MIRADA AGRADECIDA.


Francisco Pesquera, ofmconv.


Me avisaron que una persona que conozco desde hace varios años, estaba enferma: una de esas personas con la que coincidí en la labor pastoral y que, con los años, el tiempo y las circunstancias, se me había quedado en el recuerdo. 


Pensé llamarla para saludarla y preguntarle cómo se encontraba. En aquellos años el teléfono móvil era poco usado y la comunicación era por el teléfono fijo. Para buscar su número tuve que acudir a una vieja agenda que aún conservo. 


Hacía mucho tiempo que no usaba esta agenda y comencé a repasar los nombres de todas las personas que en ella había apuntado y descubrí los años y las personas que habían pasado desde entonces. Algunos ya habían fallecido, otros apenas recordados por algo que hicimos juntos, otros los recordaba con mucho cariño, habíamos vivido momentos delicados, problemas, en aquellos momentos difíciles y delicados de resolver, entretejidos con actividades de la parroquia unas de programación de catequesis o pastorales y otras de carácter lúdico, festivo. Unas y otras nos habían unido e, incluso, habíamos creado un sentimiento de familiaridad, pero el modo de vivir itinerante de hoy en día y las obligaciones de cada uno nos separaron. El tiempo se encargó de dejarlo en la nostalgia. 




De muchos sigo sabiendo de ellos, saludándonos cariñosamente cuando nos vemos, de otros conservo una relación casual, en momentos determinados. Sólo con algunos hemos mantenido con fidelidad una amistad seria y fructifica que nació entonces y que con el tiempo hemos ido madurando. Quizá haya sido el tener inquietudes similares lo que facilitó que nos sigamos manteniendo unidos, preocupados los unos por los otros. 


Entre unas experiencias y otras se va entretejiendo la vida. Algunas dejan heridas que con el tiempo nos han podido hacer crecer en la experiencia; otras ilusionantes, positivas, que nos ayudan a mantener la esperanza y caminar con ilusión. La mayoría quedan olvidadas o borrosas en el tiempo. 


Gracias a las amistades que hemos mantenido, a los momentos recordados con fuerza, a los buenos consejos que hemos seguidos, incluso los viajes y las pequeñas cosas de la vida es con lo que hemos crecido y es lo que debemos seguir cultivando. De esta manera hemos pasado las diversas etapas de la vida que nos invita a preguntarnos ¿Qué nos ha quedado de cada una de ellas? 



Todos sabemos que el hilo fuerte, irrompible, que ha dirigido toda esta experiencia vivida, todas las personas que hemos conocidos, todos los momentos y ocasiones que nos han servido en la vida para crecer, es el hilo de la fe que nos ha ayudado a asumir las cosas negativas, y nos ha hecho reconocer y agradecer las positivas. Es basándonos en esta fe que podemos recordar nuestra historia con una mirada agradecida.


- ARTICLE ESCRIT PER FRA FRANCISCO PESQUERA, OFMCONV.,
PUBLICAT AL BUTLLETÍ DE L’ORDE FRANCISCÀ SECULAR DE CATALUNYA.
ANY 25 – SETEMBRE 2020 - NÚM. 236.